viernes, 11 de febrero de 2011

Ecos del pasado

Escrito por Diego Barletta:


¿Qué es más verdadero? ¿El tierno recuerdo de nuestra amada novia, o la vieja arpía que es nuestra esposa? ¿el joven que antaño nos miraba desde el espejo o el viejo decrépito que aparece hoy? La respuesta es tan amarga como obvia. Tal como sucede con las estrellas apagadas hace millones años, la luz con que nos iluminan los recuerdos no es más que un caprichoso fantasma del pasado.   
Estos pensamientos rondaban por mi cabeza ayer a la noche. Es la clase de estupideces que se me ocurren cuando estoy aburrido. Por suerte, unos golpes en la puerta me interrumpieron.
–¿Quién es? –pregunté extrañado por la hora, tan inadecuada para recibir visitas.
–Por favor, señor, ¿me dejaría pasar? –dijo una voz suplicante desde afuera.
–¿Por qué asunto es?
­–Ayúdeme, me estoy escapando del olvido.
No supe por qué, pero la voz del extraño me conmovió.
–Bueno, pase. –dije abriéndole la puerta.
El forastero entró presurosamente. Se trataba de un hombre mayar de aspecto llamativo: su ropa estaba sucia y andrajosa, su cara era pálida y huesuda, y arrastraba varias cadenas enganchadas a sus piernas. Pero lo que más me extrañó fue que el hombre era trasparente.
 –Disculpe, ¿usted es un fantasma? –le pregunté.
–Si, ¿cómo supo?
–No lo entiendo. ¿Ustedes no atraviesan las paredes?
–Más o menos. –me contestó mientras espiaba nervioso por la ventana –Lo que hacemos es manejarnos con la arquitectura de cuando estábamos vivos. Podemos atravesar una pared solo si en vida esa pared no estaba. En caso contrario tenemos que usar la puerta.
–Y las paredes que fueron derrumbadas?
–Siguen ahí para nosotros.
–Pero, ¿usted entonces está muerto?
–Si, ya morí una vez. Soy solo un recuerdo, una imagen fantasmagórica del ayer proyectada hoy. Soy una vacilación andante: no estoy ni en el pasado, ni en el presente y tanto mi presencia como mi ausencia son incompletas.  ¿Puede ver si viene?
–No sabría decirle. Solo veo una figura cubierta con mantas empuñando una guadaña.
–¡Ese es! ¡Me está buscando! Viene para acá!
–¿Ese es el olvido? Se parece a la muerte...
–Son lo mismo, señor. Hay que vérselas varias veces con la muerte. A usted le toca la primera de ellas.
–Pero a mi no me está persiguiendo…
–A todos los está persiguiendo. Es implacable. A muchos los agarra y patalean de lo lindo cuando se los quiere llevar. Otros están durante años y años escapándose. No importa cuánta ventaja tenga, al final lo terminará alcanzando.
–¿y entonces? ¿Para qué tanta huida si todo es inútil?
–Señor, esa huida es la vida.
Luego, el olvido o la muerte tocó la puerta. El fantasma me rogó llorando a los gritos que no contestara, pero igual yo abrí para que se lo llevara de una buena vez. Un recuerdo que no se quiere ir puede llegar a ser algo bastante fastidioso.
Mientras el olvido se lo llevaba, el fantasma me gritó algo más, pero ya lo olvidé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario